jueves, 21 de octubre de 2010
"Sobre la categoría género. Una introducción teórico-metodológica", de Teresita de Barbieri
Por Gorgona
Ante esta interrogante, el feminismo se encontró con la existencia de un vacío teórico e histórico. No había información que diera cuenta de la subordinación de la mujer al hombre. Como una primera hipótesis, las feministas postularon que la subordinación de la mujer era una cuestión de poder. Y ante esto, la primera actitud fue parricida y se llamó a construir una nueva teoría, revolucionaria y capaz de cambiar el orden existente en la sociedad hasta el momento. Un primer avance hacia esto, fue replantear la relación naturaleza y cultura, llegando a concluir que la variación de los comportamientos sociales no está determinada por la biología, sino que éstos corresponden a construcciones sociales.
Entre las primeras propuestas teóricas y conceptuales en autoras como Kate Millet se retoma el concepto de patriarcado de Max Weber, considerando la subordinación femenina como producto del orden patriarcal imperante en la sociedad. Este concepto se pone de moda, pero pronto será criticado pues se presentaba como un concepto vacío, el cual no resistió a los críticos del feminismo ni permitió dar cuenta realmente de los conflictos inmediatos a resolver en la práctica.
De manera paralela a esto surge una postura más empiricista en el ámbito académico: los Estudios de
A partir de la segunda postura, surgiría el concepto de género el cual hace referencia al sexo socialmente construido. Este concepto daría cuenta del conjunto de prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores sociales que las sociedades construyen entorno a la diferencia sexual anatómicafisiológica y que otorgan sentido a los impulsos sexuales, la reproducción y las relaciones entre personas. Este concepto amplió el objeto de estudio, dejando abierta la posibilidad de existencia de distintas formas de relación entre mujeres y hombres, de distintas formas de construcción de lo femenino y lo masculino. Este concepto abre la búsqueda de sentido de los comportamientos de mujeres y hombres como seres socialmente sexuados, los cuales están bajo una serie de determinaciones sociales que van definiendo lo femenino y lo masculino.
Ante esta expansión conceptual, el debate no pararía allí, dándose múltiples desarrollos posteriores y el surgimiento de nuevos conceptos, lecturas y relecturas.
Barbieri finaliza su texto haciendo una revisión de los avances y limitaciones de los desarrollos que se han dado en los estudios de género y queda más que claro que aún queda un largo camino por recorrer.
Este artículo de Teresita de Barbieri nos da una apretada vista panorámica de los desarrollos, a partir de los 60’s, del movimiento feminista y sus debates, y de cómo este entró con fuerza en el ámbito académico en lo que serían los Estudios de
Ahora bien, es interesante destacar que consiste en una revisión crítica y no sólo nos resume los diversos desarrollos dados a partir de los 60’s, sino que la autora interviene críticamente, destacando vacíos, flaquezas y fortalezas en los diversos desarrollos empíricos, metodológicos, conceptuales y teóricos que vienen a intentar llenar el vacío que se las feministas diagnosticaron en las diversas disciplinas de las ciencias sociales. Para Barbieri, la fortaleza de la perspectiva de género es que ha posibilitado seguir diversas líneas de investigación y diversas opciones teórico-metodológicas, que han ampliado el espectro temático y de puntos de vista para acercarnos al fenómeno de lo masculino y lo femenino.
Para Barbieri desde los 60’s se formularon muchas preguntas, cada vez más claramente formuladas, pero que aún tienen respuestas imprecisas para las sociedades actuales. Barbieri destaca el desarrollo y el posicionamiento que han logrado tener los Estudios de Género. Sin duda ha habido un gran avance, pero queda mucho trabajo por hacer. Barbieri destaca, entre dichas áreas que en las que aún falta mucho desarrollo es el tema de lo masculino, hace falta generación de información desde lo masculino, desde los hombres, quienes aún han permanecido muy al margen del debate entorno al género y la sexualidad.
El texto de Barbieri, por tanto, nos habla del desarrollo del movimiento feminista y de los Estudios de Género, y a la vez nos permite posicionarnos respecto a los lineamientos en los que aún es necesario profundizar, afinar e, incluso, explorar a futuro.
martes, 19 de octubre de 2010
Requiem
miércoles, 13 de octubre de 2010
Sexo y Temperamento de Margaret Mead
Para responder a estas interrogantes la autora nos muestra las realidades de estas culturas que nos llevan a cuestionarnos respecto la naturalización occidental del Hombre fuerte y dominante y a Mujer débil y sumisa. En el caso de los arapesh, tanto hombres como mujeres presentan un temperamento que a ojos de un occidental tildaríamos de femenino. Son pacíficos, cooperativos y cariñosos con los hijos. De manera contrastante, en el caso de los mundugumor, tanto hombres como mujeres presentan un temperamento “masculino” pues llegan a ser crueles, agresivos, positivamente sexuados y con un mínimo de ternura hacia los hijos. En el caso de los tchambuli, por su parte, nos encontramos con lo inverso a nuestra cultura, en la medida en que las mujeres son dominates e impersonales y las que dirigen, y los hombres son menos responsables y se encuentran subordinados a la mujer. ¿Es posible que estos contrastes radiquen en elementos innatos y biológicos? ¿En dónde radican estas diferencias tan profundas entre una cultura y otra?
El material expuesto por Mead sugiere que muchos de los rasgos de la personalidad definidos para lo femenino y masculino se hallan débilmente asociados al sexo, de la misma forma que la vestimenta, el peinado, etc. Para Mead, los temperamentos propios a cada cultura y a cada sexo se dan según los distintos tipos de condicionamiento social, los cuales actúan moldeando las cualidades innatas de cada individuo, definiendo qué conductas son deseables y cuáles no. De esta forma, los individuos de cada cultura despliegan las personalidades de la cultura en la que nacieron y se educaron.
A la vez podemos apreciar en el material expuesto que no todas las culturas establecen una diferencia de temperamento entre hombres y mujeres, ni todas colocan a un sexo jerárquicamente por sobre el otro. Como podemos ver, en las primeras dos culturas – arapesh y mundugumor - , el temperamento no es algo asociado al sexo, sino que a estas sociedades en general. De manera que quienes no encajan en dicho temperamento no ven cuestionada su sexualidad, sino que sólo son vistos como inadaptados sólo en el aspecto conductual. En cambio, en el caso de los tchambuli, el hecho de que haya temperamentos femeninos y masculinos, al igual que en nuestra sociedad occidental, hace que sus inadaptados no sólo no se ajusten a las conductas esperadas, sino que son visto como invertidos, como hombres afeminados o mujeres amachadas. De manera que al inadaptado se le cuestiona su sexualidad por no sentirse identificado con el temperamento definido como el correspondiente a su sexo. Para Mead, esto implica una serie de dificultades para los individuos y para la sociedad en general. Pues por un lado los inadaptados tienen problemas para integrarse a la sociedad, y por otro, generan confusión entre los que sí encajan en el temperamento de su sexo.
Finalmente, tras haber demostrado que determinado temperamento no es algo intrínsicamente propio de un sexo, Mead trata de hallar una solución a las contradicciones a las que dan lugar las sociedades con distinciones de temperamento según sexo. Y ella señala que ésta parece hallarse en reconocer que bajo las clasificaciones superficiales de sexo y raza existen las mismas potencialidades.
Mead ha sido históricamente muy criticada desde la academia. Y claramente su obra tiene varios puntos cuestionables. Principalmente destacaría el hecho de que generaliza bastante para poder encontrar el temperamento propio de una cultura, de manera que se pierden las individualidades, pues quienes son distintos a ese temperamento, son ubicados por Mead en la esfera de los inadaptados, sin ningún rol mayor en la sociedad. De manera que la identificación de ese temperamento propio de x cultura me parece algo forzado. Por otro lado, y algo que me parece tan sólo un detalle, también es criticable el hecho de que aunque ella trata de no ser etnocéntrica, de igual manera habla de las sociedades distintas como “sociedades primitivas”.
Pero sin duda, a pesar de las objeciones que podamos hacer de la obra de Mead, me parece que hace un aporte importantísimo. El texto de Mead nos muestra claramente evidencia para poder afirmar que los temperamentos femeninos y masculinos no son más que construcciones sociales que están enmarcadas social e históricamente. Lo cual me parece un paso enorme, no sólo para las ciencias sociales, sino que para nuestra sociedad.
A pesar de que Mead dice expresamente de que su libro no apunta a la reivindicación de la mujer, da muchos argumentos para ello, pues hace grandes avances al establecer que lo femenino y lo masculino es en gran parte una construcción social entorno a las diferencias de sexo, y no algo intrínseco al ser mujer o ser hombre. Esto abre pie a la posibilidad de cambiar la posición de la mujer en la sociedad. Pero a su vez, les abre espacio en la sociedad a un amplio grupo de personas que se enfrentaban a la contradicción entre su temperamento y lo que se le exige a su sexo, y todas las consecuencias que para el bienestar psicosocial de dichos individuos implicaba en una sociedad como la nuestra. Abre espacio para la diversidad.