Por Gorgona
(Descarga el artículo aquí)
Connell nos presenta en su texto un concepto de masculinidad abordado desde un enfoque relacional. Para él la masculinidad no es un objeto coherente sobre el cual se pueda producir una ciencia generalizadora, pues no es un objeto aislado, sino que forma parte de una estructura mayor. Connell en este sentido observa que la masculinidad existe sólo en contraste con la feminidad, donde hombres y mujeres aparecen caracterizados por tipos de carácter polarizados. La masculinidad, afirma Connell, es un producto reciente y culturalmente específica, pues no todas las culturas tienen un concepto de masculinidad.
El autor hace una revisión de las diversas definiciones de la masculinidad. Por un lado, nos encontramos con definiciones esencialistas que recogen un rasgo que definiría la “verdadera hombría” y las definiciones positivistas que se plantean como “lo que los hombres realmente son”. Ambas definiciones son altamente arbitrarias. Por otro lado, encontramos las definiciones normativas, que establecen “lo que los hombres deberían ser”, estableciéndose de esta forma la masculinidad como una norma para la conducta de los hombres. Este tipo de definición produce paradojas, pues pocos hombres realmente se ajustan a dicha norma. Finalmente, otra definición es aquella que nos brinda el enfoque semiótico, el cual define mediante un sistema de diferencias simbólicas. Desde este enfoque, la masculinidad es definida como no-feminidad, definiéndola a través de una oposición semiótica. Esta definición escaparía de la arbitrariedad del esencialismo y de las paradojas de las definiciones positivistas y normativas, sin embargo, Connell considera que este enfoque es limitado. Para abarcar la amplia gana de tópicos se requiere de otra forma de expresar las relaciones. Así, para el autor la masculinidad surge en un sistema de relaciones de género. De esta manera para Connell la masculinidad es al mismo tiempo la posición en las relaciones de género, las prácticas por las cuales hombres y mujeres se comprometen con esa posición de género y los efectos de estas prácticas en la experiencia corporal, en la sexualidad y en la cultura (Connell, 1997:5).
Para Connell el género – o más bien proyectos de género- es un proceso de configuración de la práctica social a través del tiempo, el cual está organizado entorno a un escenario reproductivo. Con este concepto Connell busca hacer énfasis en que no se trata de una base biológica sino que de un proceso histórico que involucra al cuerpo y no a determinantes biológicas. Para el autor, el género es una estructura compleja donde se superponen diversas lógicas. Él propone un modelo de estructura de género donde actúan tres dimensiones: a) las relaciones de poder, b) las relaciones de producción y c) la cathexis (prácticas que dan forma y actualizan el deseo).
A partir de su enfoque relacional, Connell propone el concepto de masculinidad hegemónica, el cual hace referencia a la configuración de la práctica genérica que encarna la respuesta corrientemente aceptada al problema de la legitimidad del patriarcado y la que asegura la posición dominante de los hombres y la subordinación de las mujeres (Connell, 1997: 10). Además, Connell analiza cómo se configuran las relaciones entre las diversas masculinidades, y observa que se dan relaciones de subordinación, complicidad y marginación. Existe así una estructura de desigualdad que implica el despojo masivo de recursos sociales, por lo cual el género dominante es el que sostiene y usa los medios de violencia. A través de las definiciones patriarcales de feminidad se produce un desarme físico y cultural de las mujeres. De esta manera, la violencia toma dos formas: 1) para sostener la dominación (intimidación) y 2) política de género entre hombres (establece fronteras y exclusiones). Ahora bien, Connell afirma que si bien la violencia es parte de un sistema de dominación a la vez es una medida de su imperfección, pues la escala de violencia apunta a las tendencias de crisis del orden de género.
Connell trata en su texto una gran variedad de temas respecto a la masculinidad, analizada desde un enfoque relacional, lo que hace que el texto en una muy corta extensión esté lleno de conceptos más o menos novedosos. Si bien podría pecarse de superficialidad, al tratar tantos temas en un artículo breve, Connell logra presentar de manera coherente y clara sus ideas.
Uno de los principales aportes de Connell es ampliar la definición de la masculinidad, al ubicarla al interior de un sistema de relaciones de género, y a la vez al considerar la triple dimensionalidad de las estructuras de género (relaciones de poder, relaciones de producción y cathexis) rompe con la idea de que el género es algo aparte del resto de los aspectos de la vida social. Con la idea de cathexis introduce en la teoría social el deseo sexual y la energía emocional, como también socialmente construida y sometida a prácticas de orden genérico. De esta manera, “Para entender el género, entonces, debemos ir constantemente más allá del propio género” (Connell, 1997:9). Así, el concepto de género se transforma en parte del entramado social y no es comprensible de manera aislada, de la misma manera en que el resto de los aspectos de la vida social tampoco pueden ser comprendidos sin considerar las relaciones
Otro aspecto que me parece fundamental de la perspectiva adoptada por Connell, es la que nos introduce el concepto de masculinidad hegemónica, pues abre la puerta al reconocimiento de múltiples masculinidades, y porque introduce en la reflexión no sólo las relaciones hombre-mujer, sino que también las relaciones de género que se dan entre hombres, entre diversas masculinidades. Las mujeres dejan de ser las únicas dominadas, mostrando que hay ciertas relaciones de dominación, subordinación y marginación entre grupos de hombres. Ahora bien, pese a la existencia de subordinación y marginación entre hombres, un sistema de género donde los hombres dominan a las mujeres transforma a los hombres en un grupo interesado en la conservación, pues ellos obtienen un dividendo del patriarcado en términos de honor, prestigio y derecho a mandar, y un dividendo material. y a las mujeres en las interesadas en el cambio de dicho sistema
Pero esta estructura de relaciones es dinámica, son producto y productoras de historia, por lo que pueden cambiar. Las personas pueden realizar opciones políticas para un nuevo mundo de relaciones de género, lo que a la vez es buscar justicia social en todos los otros ámbitos de la vida social.